lunes, 1 de octubre de 2012

VOLÚMENES INVISIBLES. Raúl Díaz Castañeda, Agosto 2012


Conocí a José Ignacio Alvarado en la década de los ochenta, cuando comenzó en Valera su exitosa carrera de arquitecto. La ciudad, entonces, había entrado en una eufórica actividad comercial, social y cultural, estimulada con el marcapasos de una juventud vulturina que revoloteaba, agitaba, cuestionaba y buscaba con la confrontación de ideas y posiciones, salidas hacia nuevas posibilidades de crecer. José Ignacio Alvarado se inscribió rápidamente en ese movimiento, en el que se destacó con proposiciones urbanísticas renovadoras, funcionales y estéticas, recogidas en un libro Arquitectura para todos, y en su soledad comenzó a buscar silenciosamente luces para encontrarse y definirse en la creación artística. Poco después se fue a Barquisimeto, donde en una bella colina del Parque Terepaima, en un calvero de la vastedad boscosa de Agua Viva y Rio Claro, con sonoridades musicales de viento y follaje, levantó un taller de hierro forjado y piedra, y se dio a la cría de caballos de paso, que son la gracia suprema del movimiento animal. En esa Castalia, con la compañía de su mujer, Dianora, también arquitecto, José Ignacio Alvarado ha estado trabajando en sus ideas.

Las catorce estructuras en metal que muestra en esta ocasión, han sido agrupadas por José Ignacio Alvarado con el título De Novela. Sorprende que la referencia sea literaria. En la postmodernidad las individualizaciones del arte no son fáciles; sus expresiones se influyen, se mezclan, se complementan, se enajenan. En la novela, por ejemplo, se expresan la lengua y el lenguaje, el estilo; la fantasía y la realidad; el juego del tiempo y del espacio: se presenta un texto y un contexto, pero lo que el autor escribe y lo que el lector interpreta pueden no coincidir y dar partida a iluminaciones imprevistas, vuelos mágicos, reelaboraciones misteriosas; incluso demonios o milagros. Con las estructuras de esta muestra, José Ignacio Alvarado ofrece un texto, una escritura en el aire, y deja el contexto a la sensibilidad y la imaginación del veedor.

En estas obras se me dan fulgurantes concreciones de un espacio que sin ellas es invisible, aunque no irreal; instantáneos volúmenes. En Arvak, Alsvid, Pegaso y Unicornio Azul, se me revela en flash la majestad y la fuerza del caballo, las alas incontenibles de la imaginación poética, la pureza de la inocencia con antiguas resonancias. En las que aluden  la música y sus intérpretes, oigo las vibraciones armoniosas de los sonidos y los silencios; veo los giros perfectos de los danzantes, escucho la voz humana hacia el reino de los ángeles y los arcángeles. En los amantes que se encuentran, se aproximan y se alejan, se envuelven y se comprometen, siento la trascendencia del amor sobre lo cotidiano. Y cuando cierro los ojos un instante, me vienen  olores, rijosos unos,  aromosos otros; me arropa una atmósfera de quieto regocijo y de gratitud por la vida. Una fiesta de los sentidos.

Se trata de una propuesta.

Raúl Díaz Castañeda. Valera agosto, 2012.

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